Un delantero en cuarentena

Leyendo en el Facebook de Facundo Monti, veo que el loco anda con ganas de que le quede alguna regalada en el dos y clavarla en la chapa por burro. Me puse a pensar que a mí también me encantaría. Podría decir que hasta perder un partido por un tanto estaría bueno. Extraño hasta esos días malos en los que ni puedo tocar pared de derecha con el saque. Extraño, por ejemplo, que Dick me pinte la cara. Que el domingo me duela la cadera. Que Gabriel Villegas jamás pero jamás erre en un punto clave. También los vestuarios fríos y sin agua caliente. O esquivar el carro de Adrian Peloni pensado que tira las dos y que me la gane tendida por zurda como si fuera fácil. De a ratos me gustaría tirar una cortada que quede larga, venga el Puli y me la meta en la boca para que ni se me ocurra tirarla de nuevo. Que Santiago Andreasen me saque un millón de ascensores. Que Miro me gane tres cortadas seguidas y me mire con cara de "hoy estoy fino". Que Jorge Villegas me amague la cascada y me la pegue en el pecho. Que a De la Vega le agarre una racha creativa y gane tres o cuatro "saque y volea" consecutivos con todos golpes distintos. Extraño bajársela al Mosca, que ataje cómodo y me gane las dos preguntando, para que escuchen todos, si eso es lo más fuerte que le puedo pegar a la pelota. Extraño que a Gastón Inchausti le quede un tambor y tener la certeza de que la va a sacar al tercer piso. Salirme y pegar un palo por zurda y que Nicosia con galera y bastón la agarre de aire con la zurda y me gane las dos como si nada. No me parecería tan ridículo festejar una cortada perfecta, que pensaba ganada, pero que venga volando Joseba Bilbao y la lleve casi sobrado o correrle un tambor tronco a Guille Osorio cuando claramente me va a ganar el pique reja. Extraño que Seba Inchausti me gane las dos de sobrebrazo como me lo hace todos los partidos desde hace quince años. Que un partido largo el físico no quiera más y ver que Narbaits ni transpiró todavía o que a Bruno Di Luca le queda cuerda para rato. Que Basualdo o Cochola con sus caritas de buena gente me coman el hígado a puro talento. Extraño a mis compañeros tanto que sería feliz de llegar a un vestuario y que Fiorino me diga que se olvidó la paleta, o las zapatillas o el pasaporte si es que nos estamos por ir a Francia. Estaría chocho de arrancar cinco a cero abajo un partido por que el Gallego Font en vez de entrar en calor se quedó charlando con un tipo en el pasillo y no le pegó ni siquiera una vez a la pelota antes de que empiece el partido. Aplaudiría mucho al cabezón Kennedy si después de acordar un "vamos a buena" intenta una cascada galáctica de aire desde el tres y medio, también felicitaría a Felipe Recio por intentar por tercer punto consecutivo pegar un palo por zurda que ya ni miro por que sé que no puede tener otro destino que la reja directa. Extraño no poder mover a Pino Cimadamore de sus tres baldosas en una hora y media de partido. Saber exactamente qué golpe me va a tirar el Flaco Larregle pero que de todas maneras me lo gane. Me gustaría que Pecker me juegue un rincón dejándome totalmente parado. Pagaría con gusto la barra libre hasta las cinco de la mañana a mis amigos Santiago, Pedro y Ramiro porque nos ganaron a mí y al Pollo un desafío que el mismo Nicolas se encarga de aclarar toda la noche que perdimos por mi culpa. Extraño tirar mis mejores dos paredes y que el zurdo Andreasen llegue sobrado para repetir con el golpe que se le ocurra. Estoy para discutir con algún dirigente con mucho gusto. Me parecería hasta simpático que Facundo me cague tanto a pelotazos que al salir de la cancha realmente me haga pensar que no estoy para jugar en esa categoría. Extraño que un árbitro me grite una pelota mala sin que nadie se lo pida por que fue claramente buena. Extraño que me den ganas de no jugar más después de ver a Muñoz hacer todo tan fácil. Me gustaría que Eduardo me tire magia y de la bronca por perder el punto no poder aplaudir como lo hace toda la cancha.

No hay caso. Como el amigo Monti extraño pasarla mal jugando a la paleta.